No hablo de que te busques un sensei, me refiero a esta definición del término "kungfú":
Es un coloquialismo chino para designar la habilidad adquirida con tiempo, constancia, disciplina y esfuerzo, [...] (que) se utiliza para resaltar la destreza o acción impecable de un individuo en el desempeño de un arte o actividad.
Si lo aplicamos a nuestro terreno, la redacción publicitaria, ¿cómo podemos ejercitarnos para alcanzar esa destreza, ese kungfú, en el arte de escribir? Al fin y al cabo, es algo que se nos da por supuesto y, entre tú y yo, sabemos que no siempre es así.
Permíteme la inmodestia de sugerirte algunas ideas que, personalmente, me resultan útiles en este camino que compartimos.
Cultiva tu sensibilidad por las palabras
Si te dedicas a escribir es porque te enamoraste de ellas en algún momento. Y los amores hay que cuidarlos, más aún cuando la competencia de lo audiovisual hace que cueste no sucumbir a esos códigos que son, la verdad, más atractivos e inmediatos.
Es así. Asumamos que hay que dedicar esfuerzo y cariño a mantener la llama. Esto significa tiempo, enfoque y, de nuevo, dedicación. Cierta disciplina. De entrada, asegúrate de tener fresco lo básico de ortografía y puntuación. No es mala idea imprimir un documento como este para tenerlo a mano e irlo leyendo a trozos, consultar dudas o, por qué no, estudiarlo a conciencia durante un mes. O al ritmo que sea.
Desactiva el autocorrector
Creo que estaremos de acuerdo en que el autocorrector, al no ser una herramienta infalible, sencillamente no nos sirve. Así te lo digo. Pero es que ni siquiera voy a eso.
De un modo similar a como beneficia escribir a mano, ser consciente y tener el control de cada letra que pulsas traza un surco en tu cerebro que no se consigue al dejar que la máquina autocomplete las palabras. Te permite, además, disponer de un lienzo donde realmente todo es posible, donde solo tú sabes lo que está bien y lo que no. Libre del juicio de los subrayados de colores de una inteligencia artificial.
Y, finalmente, seamos profesionales. Ya es hora de quitarle las rueditas a la bici.
Lee libros
Por varias razones que, además, no son las obvias. Primero, porque te exponen a la palabra bien escrita. Un libro, por el simple hecho de haber sido publicado, ha pasado por un proceso de edición que tiene, o debería tener, en cuenta que el idioma se utilice como es debido.
La idea es llegar a un punto en el que detectar y evitar las faltas de ortografía sea algo instintivo. Un músico profesional no está pensando dónde coloca los dedos. Fluye y se expresa porque ya ha trascendido la técnica, impresa en su memoria muscular tras horas de ensayo y repetición. Escribir bien es infinitamente más sencillo.
Otra razón de la obviedad de que hay que leer libros, pero que no es tan evidente, está relacionada, además de con la frase anterior de Stephen King citando a John Waters, con esta otra de Groucho Marx:
Encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro.
En nuestro caso, cuanto más tiempo estemos leyendo, menos tiempo le dedicaremos a las redes sociales. Seremos más felices y mejores personas. Amén.
Algunas ideas sobre qué leer
- Aquellos libros que iniciaron tu afición por leer, por escribir. A estas alturas de la vida ten por seguro que vas a encontrar en ellos cosas diferentes, además de revisitar inevitablemente tu pasado mejor que con Stranger Things y Cobra Kai.
- Clásicos o best-sellers que te suenen de nombre, pero que aún no hayas leído. Te van a aportar cultura general y temas de conversación. Y suelen estar baratos. Qué mas quieres.
- La biografía de un personaje que te interese.
- Alguna recopilación de relatos cortos. Se pueden leer poco a poco, ofrecen variedad y suelen encerrar sorpresas y enseñanzas.
- Cualquiera de la serie "para dummies". El título engaña, la verdad es que son rigurosos, muy amenos y, al final, acabas sabiendo sobre el tema en cuestión.
También algo muy típico pero que no deja de funcionar, al menos a mí: llévate a la cama un libro, o un cómic... y olvídate del insomnio. Además, de nuevo, menos tiempo viendo las redes y más en compañía de tu propia imaginación.
Lee cómics
Estamos hablando de ser mejores escritores, así que no me refiero aquí, con todos mis respetos, a Dragon Ball, Condorito o Mortadelo (que también me gustan, ojo) sino a cómics como estos. De acuerdo, la lectura de un libro es distinta a la de un cómic, pero los mecanismos de decodificación de la palabra escrita y de la narración visual de una obra gráfica sí son muy similares.
Es más, los cómics ofrecen una capa de apreciación estética, además de ideas y referencias visuales que, si te dedicas a la creatividad, te van servir de inspiración seguro.
Visita lugares donde haya libros y cómics
Al dar un paseo, al ir de compras, frecuenta las librerías; asiste a la Feria del Libro; si ves el típico libro que está de oferta de lanzamiento en un quiosco, y te lo puedes permitir, cómpralo; visita tu biblioteca más cercana. Así no solo vas a estar más o menos al día de tendencias (y sales de tu casa si es posible) sino que, de paso, irás obteniendo material para leer.
Escribe otras cosas
Por ejemplo, si no te desagrada la poesía, prueba a escribir sonetos, o décimas. La métrica y la rima te van a imponer unos límites que afilarán tu estilo una barbaridad.
Y es obvio pero, si escribes cien poemas, te garantizo que al menos cinco serán bastante buenos, incluso hasta excelentes. Multiplica y, ¡enhorabuena!, con un poco de constancia habrás escrito un libro de cierta calidad. Si además, tocas la guitarra, el piano, el ukelele, ¿por qué no musicalizar algunos de esos poemas? Ideas que te doy.
Este ejemplo de la poesía y las canciones sirve también si, qué se yo, te gusta la comedia: anímate a construir una rutina de stand-up. Documéntate, escribe tus cinco minutos, ve a un micro abierto... Si lo tuyo es el cine, ¿por qué no embarcarte en el guion de un corto? ¿Cómo funcionan los mecanismos de una novela? ¿Te animas? ¿Y a escribir un blog, o grabar un podcast sobre temas de tu interés?
En definitiva
No hay presión ni prisa. Sencillamente, plantéate leer libros antes de dormir, que es algo bueno para ti, y lo sabes. Si te pica alguna inquietud, dale una oportunidad y dedica unas horas a la semana a esos proyectos personales. Proponte terminar al menos uno al año. Te vas a sentir mejor persona y vas a aprender muchísimo en el camino.
Como redactores publicitarios, la mejor manera de llegar a dominar nuestras herramientas de trabajo no es otra que utilizarlas fuera de este elemento. Hacer que las palabras y las ideas entren para salir transformadas, bajo el filtro de nuestra personalidad e inquietudes, en algo más que titulares y copys. Esto nos va a aportar habilidades únicas y, objetivamente, un portafolio mucho más rico y competitivo.